Lo viví en 2009, y ahora lo vuelvo a vivir y a reafirmar: no existe mejor opening de un concierto que “Rock n Roll Star”: de frente a disparar con la mejor bala, para que el recinto se vuelva salvaje, salte y haga retumbar la ciudad. Y Liam lo hace perfecto, sabiendo que su hermano jamás podrá hacer eso, empezar con ese tema y encender todo en dos segundos.
Desde la previa, media hora antes, había un cartel en el escenario que avisaba de qué se iba a tratar todo: Rock n Roll, mientras sonaban por los parlantes a un volumen no tan bajo: T Rex, Cream, Stone Roses, The Jam, Dammed, etc...
Liam subió al escenario con la misma ropa que llegó a Lima: short azul y polera con capucha naranja. Y es siempre mágico verlo cantar con la pandereta, o las maracas...tal cual en los vídeos de toda la vida.
Esta vez no pude filmar mucho, la verdad, no se podía y no me apetecía, pues he saltado y sudado como nunca, con la camisa empapada, viviendo, sintiendo.
La gente estaba eufórica, y Liam daba las gracias a cada momento...Se mandó con mas canciones de Oasis de las que imaginé, como también algunas buenas de su nuevo disco solista: Greedy Soul o la bellísima Bold...pero a los 50 minutos luego de la versión acústica de Wonderwall, se retiró. Aunque felizmente regresó a los 5 minutos para destrozarla con Supersonic. La polera la tenía empapada de sudor, tomaba agua a cada rato, hasta que un par de veces se acomodó el cuello de la capucha, dando a notar que aún le fallaba la garganta. Oh, mala señal.
Empalmó con Cigarrettes & Alcohol y se retiró. Nada más.
La gente se quedó con la miel en los labios. Lo llamaron, le rogaron, cantaron a capella “Live Forever” pero nada. Así cerró su gira sudamericana.
Sin necesidad de luces laser, ni pantallas. Solo rocknroll, puro. No se pidió más.
El sonido decente. De la organización mejor no hablar.
En total 14 temas que se gozaron cada segundo...y bueno, a esperar nomás la gira mundial de reencuentro, que se dará tarde o temprano...
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